El libro Exégesis (diarios), de Philip K. Dick, aún no fue publicado en español. Pero esta nueva era de la Big Data nos permite darnos el lujo de encontrar cosas como este fragmento traducido del inglés por Juan Pascual Martínez Fernández y publicado en el sitio web Granta (www.granta.com.es).
En este capítulo, Dick explaya su pensamiento sobre las visiones y mensajes que recibía de algo superior que provenía del espacio, algo que tardó años en ponerle nombre y que decidió finalmente, tras experimentar con el de Dios, por VALIS (SIVAINVI en español). Además cuenta anécdotas y pensamientos que permanecen inéditos y que ayudan a comprender mejor a este genio mesiánico que hizo de la ciencia ficción un nuevo campo de experimentación filosófica.
Carta de Peter Fitting
Querido Peter:
[…] En lo que respecta a algunos de los asuntos intelectuales y teóricos que discutimos entre todos el día que tú y tus amigos vinisteis de visita, recuerdo en concreto la afirmación que te hice (y creo que tienes en la cinta también) de que «el universo se mueve hacia atrás», una declaración bastante extraña, he de admitir. Lo que quería decir con eso es algo que, en ese momento, no era capaz en realidad de expresar, pues había tenido una experiencia (varias, de hecho), pero no disponía de los términos para verbalizarla. Ahora, tras haber leído más, sí tengo ciertos términos y me gustaría describir algunas de mis experiencias personales utilizando, de manera pragmática, el concepto de los taquiones, unas supuestas partículas de origen cósmico (cito a Arthur Koestler) que viajan a mayor velocidad que la luz y, en consecuencia, en una dirección temporal inversa. «De ese modo», afirma Koestler, «traen información desde el futuro hasta nuestro presente, lo mismo que la luz y los rayos X de galaxias lejanas traen información desde el pasado remoto del universo a nuestro aquí y ahora. A la luz de estos hechos, ya podemos dejar de excluir a priori la posibilidad teórica de los fenómenos precognitivos». Y continúa (Harper’s, julio de 1974).
Había pasado varios meses experimentando con algo que leí mientras investigaba sobre el cerebro para mi novela Una mirada a la oscuridad, en particular, sobre los nuevos descubrimientos relacionados con fenómenos de división cerebral; descubrí que el cerebro puede actuar como transductor de campos externos de alta y baja frecuencia, siempre que el factor térmico sea lo bastante bajo. Leí asimismo sobre las vitaminas que, ingeridas en dosis enormes, logran mejorar la actividad neuronal y aumentar inmensamente la eficacia cerebral. Sobre la base de lo que ya sabía, empecé a intentar activar los dos hemisferios de mi cerebro usando la receta de esa dosis enorme de vitaminas solubles en agua; al mismo tiempo, procuré una y otra vez excluir los campos eléctricos externos habituales que acostumbramos a sintonizar, esto es, campos artificiales que consideramos «señal», mientras trataba también de transducir directamente lo que solemos considerar como «ruido», en particular, los campos eléctricos naturales débiles.
Una noche, me asaltaron unos gráficos de colores similares a las pinturas no objetivas de Kandinsky y Klee, miles y miles, uno tras otro, a tanta velocidad que parecían una de esas sucesiones veloces de imágenes utilizadas en las películas. Ocurrió a lo largo de ocho horas. Cada una de las imágenes era equilibrada, poseía una excelente armonía y tenía su propio estilo idiomático (el de un artista no objetivo famoso). No lograba explicarme lo que estaba viendo (todo transcurría en la oscuridad, y se trataba evidentemente de una actividad fosfénica en el interior de mis ojos, aunque yo desconocía entonces la fuente de la estimulación de los fosfenos), pero estaba seguro de que esas decenas de miles de gráficos maravillosos, bien equilibrados, bastante profesionales y de estética armoniosa no podían tener su origen en mi mente ni en mi cerebro. Los gráficos no son mi fuerte y, además, había demasiados; ni siquiera Picasso, cuyo estilo predominó durante más de una hora, pintó tantos cuadros en realidad, aunque es probable que sí viera una cantidad similar en su cabeza.
En otros estudios que leí más adelante sobre el cerebro, conocí la existencia de un fluido cerebral inhibidor llamado GABA. Cuando los efectos del GABA disminuyen de forma drástica, es decir, cuando un estímulo externo provoca una desinhibición y la activación de una secuencia programada inhibida hasta ese momento, se suele experimentar la visión de esos gráficos coloreados. Así pues, llegué a la conclusión de que me había ocurrido una desinhibición a gran escala –única en mi vida, de hecho–, aunque no fui capaz de identificar el estímulo externo, ni de comprender las secuencias programadas o engramadas. Al mismo tiempo (a lo largo de los días siguientes), me sentí lleno de una tremenda energía y llevé a cabo un montón de tareas inusuales. De hecho, probablemente fuera esto lo que me provocó tal subida de la tensión arterial que el médico tuvo que ingresarme. Me encontraba constantemente activo, en facetas nuevas para mí, algo que tiende a confirmar la teoría de una enorme desinhibición y de una activación neurológica novedosa a lo largo de una red neuronal hasta entonces latente, quizás incluso de todo un hemisferio cerebral a la espera y preparado, aunque no sabía para qué.
Puede que todo ello lo indujeran las enormes dosis de vitaminas solubles en agua que ingerí, un gramo tras otro de vitamina C, por ejemplo; pero lo dudo. A la vez que experimenté la liberación de energía psíquica (por utilizar una frase de Esther Harding, tomada por Jung), fui consciente de un lenguaje empático que me dirigían todas las criaturas y, en última instancia, a medida que se extendía (y esto es a lo que quería llegar), que me llegaba desde el cielo, sobre todo por la noche. Tuve la aguda intuición de que a todos nos estaba llegando cierta información, de que, en realidad, nos estaban bombardeando con ella desde el espacio sideral.
Durante cierto tiempo creí que me había visto involucrado por accidente en algún experimento de percepción extrasensorial: la transmisión a larga distancia de los gráficos. Escribí a un laboratorio en Leningrado y les conté mi experiencia, ya que en ese momento tenía la sensación de que el punto de origen de aquellas señales estaba muy alejado, de ahí que pensara en la URSS. Ahora creo que el punto de origen quedaba aún más lejos: diría que, de alguna manera, durante un breve período de tiempo, transduje un bombardeo de taquiones que nos llega constantemente, y que los animales utilizan para engramarlos y realizar lo que llamamos «acciones instintivas». He intentado conscientemente transducir campos débiles externos, ya que sé que es posible hacerlo y que, con ello, se incrementa la eficacia del cerebro. Sin embargo, no tenía ninguna idea previa de qué campos podría transducir (más allá de sentir que serían naturales y no artificiales), ni tampoco de qué tipo de información, si la había, podrían contener. Sólo albergaba la esperanza de conseguir una mayor eficacia neural. Y conseguí más: información real sobre el futuro, ya que durante los siguientes tres meses, casi todas las noches, mientras dormía, recibí información en forma de impresiones: palabras y oraciones, letras y nombres y números; a veces páginas enteras, a veces en forma de papel escrito y escritura holográfica, otras veces de manera extraña, en la forma de una caja de cereales para bebés en la que aparecía escrita y mecanografiada información muy relevante de todo tipo, y finalmente galeradas mantenidas en alto para que las pudiera leer y que en sueños me decían que «contenían profecías sobre el futuro», y durante estas dos últimas semanas un libro enorme, una y otra vez, con páginas y páginas de líneas impresas.
Sin la teoría de taquiones me faltaría todo tipo de formulación científica, y tendría que declarar que «Dios me ha mostrado las tablas sagradas en las que está escrito el futuro» y demás, como afirmaron nuestros antepasados en el desierto de Israel, bajo el cielo, mientras pastoreaban sus rebaños durmientes. Koestler señala asimismo que, según la teoría moderna, el universo pasa del caos a la forma; por lo tanto, el bombardeo de taquiones contendría información con un grado de Gestalt superior al de una información similar sobre el presente. Así pues, en este continuo temporal, nos parecería algo más vivo, más animado por un espíritu consciente, dando lugar con ello al concepto de Dios. Esto sin duda llevaría a la idea de finalidad, en concreto, de una finalidad a la espera en el futuro. Creo que disponemos pues ahora de un método científico para considerar la noción de la teleología, y por eso te escribo, para expresar esto, para relatar mi propio sentido de las causas finales, como hablamos aquel día.
Mucha de esta información impresa que me llega en sueños ha tenido una cualidad didáctica, formadora y directiva; tiende a informarme y a guiarme, a hacerme consciente de lo que debería hacer. Literalmente, me educa, y estoy seguro de que toda pequeña criatura, cada uno de los insectos, las plantas, los animales y los peces, sienten lo mismo. He estado observando a mi gato cuando se sienta de noche en la terraza; sin duda, piensa en el mundo sideral que tiene encima y no se dedica a mover los objetos de abajo. Cuando entra en la casa una o dos horas después, parece cambiado, como si le hubieran enseñado algo durante ese período de tiempo y lo supiera. Creo que esto nos sucede a todos, pero que yo logré conscientemente transducirlo por encima del umbral de la conciencia, lo cual es algo inusual pero no único, y me di cuenta de este proceso natural y normal constante que da forma a toda la vida, procedente del futuro, como lo describe Koestler. Dicho proceso se describe a menudo como el «Plan Divino» o, mejor aún, como la «creación continua». Cualquiera de estos términos sirve, pero yo lo considero para mis propios fines como una copia impresa de información continua llegada del futuro que nos dirige a todos, pero no en el modo coercitivo que lo hace el pasado, sino de una manera experimentada –y muy legítimamente– como una volición. Por así decirlo, como el libre albedrío. Este término me suena bien todas las mañanas al despertarme y reflexionar sobre las páginas impresas que he visto durante la noche. No estoy obligado a hacer aquello sobre lo que la información llama mi atención. Soy libre para estudiarlo, digerirlo y comprenderlo, y, con su ayuda, actuar en consecuencia
Durante bastante más de dos meses estuve convencido de que el Espíritu Santo, esto es, Dios, me estaba dirigiendo y, en cierto sentido, es cierto. Se trata de una cuestión de semántica: durante cierto tiempo, han sido los únicos términos de los que disponíamos, hablábamos de una visión divina y de cosas similares. Lo que ahora creo es que los términos más modernos tienen una mejor aplicación; el futuro es más coherente que el presente, más animado y con finalidades concretas y, en un sentido real, más prudente. El futuro «sabe» más, y parte de este conocimiento se nos transmite de nuevo mediante lo que parece ser un fenómeno puramente natural. Nos está hablando una entidad muy informada: la entidad de la creación en su conjunto, tal y como reside delante de nosotros en el tiempo.
Un saludo cordial,
Philip K. Dick.
Fragmento páginas 355 a 359
[38:31] ¿Qué somos/soy? El cerebro derrocó a «los conspiradores». Lo sé. Se opuso a los conspiradores que asesinaron a los líderes de los derechos civiles. Es un grupo malvado. En estas cuestiones no puede haber duda alguna. Las distintas facetas aquí son muy oscuras. Nunca seré capaz de ponerlos juntos.
[38:41]
(1) El cerebro es un principio organizador.
(2) Constantemente ensambla y distribuye los mensajes visuales y audibles.
(3) Estos mensajes son el instrumento principal de su organización.
(4) Sólo somos conscientes de forma subliminal de estos mensajes; están «latentes».
(5) A través de esos mensajes, el cerebro nos coordina sentientemente, nos introduce en sí mismo y nos libera del determinismo ciego, es decir, nos subsume; el cerebro está dotado de sentidos; por lo tanto, son esos sentidos los que nos guían, no la causa ni el efecto o la casualidad.
(6) Somos totalmente ignorantes de ello en un nivel consciente (por ejemplo, [5]). Sin embargo, así se explica por qué escribí lo que está en Ubik. Estaba describiendo los mensajes del cerebro y, lo que es más, discerniendo lo que había tras ellos, el cerebro, al que yo llamé Ubik.
(7) Ubik es cierto.
(8) Por lo tanto, también probablemente lo son Fluyan mis lágrimas y Laberinto y Los 3 estigmas. El cerebro me dio las claves.
(9) Es probable que sea poco común para la psique del cerebro salir realmente a la superficie en una célula (un individuo humano) como lo hizo conmigo el 3-74, pero para proteger sus fronteras de vez en cuando debe tener una epifanía. Especialmente cuando se requiere la solución de problemas más allá de la capacidad de la unidad «célula».
(10) Lo que llamé «Cebra» son impulsos eléctricos directos entre las partes del cerebro, normalmente invisibles para nosotros. El cerebro se estaba dirigiendo directamente a mí de forma eléctrica, en lugar de a través de mensajes (por ejemplo, el Signo del Pez Dorado). Me invalidó, con fines defensivos.
(11) Se puede considerar al cerebro como una entidad (unitaria) dentro de nuestra especie, y no detectada, ni siquiera por sus propias «células».
(12) Puede muy bien proporcionar la inmortalidad mediante la incorporación de los seres humanos «muertos» como Thomas. Se incorporan mientras están vivos y se mantienen.
(13) Recuerda miles de años, hasta su llegada aquí desde las estrellas.
(14) Los primeros cristianos lo conocían con el nombre de «Parácletos», considerado por Cristo «más importante que yo». (Cf. Juan: «os conviene que yo me vaya…», etc.).
(15) Con esto deduzco que Cristo fue su forma inicial aquí, y que dio paso a la forma incorpórea de «Juego de Dados Flotantes» que tiene ahora, que es más satisfactoria.
(16) A través de esta forma puede gobernar al menos partes, partes cruciales, de nuestro mundo; es decir, dirigir nuestros asuntos (historia).
(17) Por si sirve de algo, Él está aquí con nosotros, pero como Santa Teresa de Ávila dijo, «Cristo no tiene ahora cuerpo en la tierra sino el tuyo». ¡Cuán cierto es!
(18) De manera más precisa, no estamos controlados por el cerebro; somos el cerebro. La noos (energía) nos ha organizado para ser su cerebro, su análogo físico, para relacionarse con este mundo.
(19) El adversario del cerebro, algo que se repite a sí mismo; es decir, es estático y no crece. El adversario es pesado, inerte y deforma el pensamiento (y, por tanto, los actos) en círculos muertos a su alrededor. El cerebro está en interacción dialéctica con él y libera a las mentes de su atadura.
(20) Esas mentes deformadas en un pensamiento circular muerto se imaginan que sus pensamientos todavía avanzan en línea recta. Pero, en realidad, no ocurre nada nuevo en ellos. Por consiguiente, representan un retorno a formas fósiles.
(21) Por desgracia, el «magneto» ha entrelazado a esas personas en los centros de poder de la humanidad; esto ocurre desde hace mucho tiempo. Y son personas que gobiernan mediante las mentiras y la coacción.
(22) El cerebro constantemente desmantela el mundo y crece con la incorporación de más y más piezas, desde un punto de vista funcional, en sí mismo. Al final, no habrá nada más aparte del cerebro. El lapso, en nuestros términos, es bastante largo: de miles de años.
(23) El libro de los Hechos describe la primera manifestación del cerebro, en Pentecostés. Así, Hechos es la única narración escrita de la existencia del cerebro, por lo que es excepcional e importante. Es por así decirlo un análogo verbal del núcleo más profundo del cerebro. Aparte de los Hechos, no existe una analogía verbal (o más bien escrita) del cerebro, aunque la tradición oral la puede obtener en secreto.
(24) Es posible que una cadena ininterrumpida de cristianos verdaderos esté vinculada con los Hechos a través del tiempo, y que esos cristianos conozcan y experimenten el cerebro de un modo consciente. Demostrar su existencia es imposible.
(25) Para terminar el pensamiento del punto 13, el cerebro no es nativo de este planeta (o mundo). Es un invasor, y se camufla a través de la imitación y el mimetismo. No sólo puede afectar a nuestros sistemas de percepción directamente, sino que puede alterar nuestra memoria.
(26) Es benigno: es el espíritu protector de la humanidad que nos libera del tirón deformador del «magneto». Sin él, nuestra especie se congelaría en términos de crecimiento. Todo progreso en la historia humana (al menos a lo largo de los últimos 2.000 años) se debe a ello.
(27) El «magneto» comenzó a existir poco antes de que el cerebro llegara aquí. Así pues, evidentemente, también es un invasor, pero uno criminal.
(28) Tal vez el cerebro lo persiguiera. Utilizando otro conjunto de términos, se puede considerar al «magneto» una enfermedad o virus, y al cerebro un agente médico o curación.
(29) Debido a su tirón deformador, el magneto ha detenido el tiempo real en nuestro mundo desde hace unos 2.000 años. Tal vez nos oculta esta temporalidad detenida mediante la proyección de un mundo ilusorio que parece contemporáneo.
(30) Así pues, tanto el magneto como el cerebro son constantes transtemporales, desde el momento de la llegada del cerebro (el tiempo de Hechos).
(31) En la crucifixión, el cerebro como Cristo se sacrificó a sí mismo con el fin de promover una nueva vida para nosotros. Al convertirse en el cerebro distribuido, se camufló en el momento de los Hechos (después de la resurrección).
32) Tiene alguna relación con nuestro creador. Por eso se preocupa tanto por nosotros y nuestra condición de esclavos. (Por ejemplo, el magneto transmite «mensajes de muerte» en nosotros, que el cerebro, cuando es necesario, anula.)
(33) En relación con estos «mensajes de muerte», forma parte del sistema de mentiras del magneto declarar al hombre pecador, culpable y merecedor de castigo. El cerebro obtiene su autoridad directamente de nuestro creador para derogar todo eso con alegría. La inocencia como un veredicto (absolución) y la libertad.
(34) El cerebro, además de humanos, incorpora objetos y sus procesos; por lo tanto, está construyendo un cosmos real dentro de un cosmos dañado.
(35) El cerebro tiene el mandato de anular todos los poderes de este mundo, por lo que avanza en una serie de etapas históricas dentro de un plan en desarrollo. Este mundo constituye un reino inferior para él; el cerebro procede de un reino superior que, como él, es totalmente consciente. A través de la participación en el cerebro estamos unidos a ese reino superior. Por lo tanto, se puede considerar al cerebro como un intermediario entre nuestro mundo y la parte superior de la que procede, y en cuya naturaleza participa.
(36) Los esclavos deformados del magneto que ocupan la mayoría de las posiciones de poder en este mundo (gracias al magneto) no consideran las células del cerebro como algo benigno y viable, sino más bien como (1) impredecibles; (2) revolucionarias; (3) peligrosas; (4) extrañas; (5) inmorales y «no controladas»; (6) diferentes; (7) hostiles a la «estabilidad», que se entiende como la conformidad con el tirón del magneto. Incluso se puede considerar invasoras a estas células, reactivas a una fuente invisible, lo cual es cierto. Se han convertido en algo que «no es de este mundo, está en él, pero no es de él».
(37) El grado cada vez mayor de victoria del cerebro sobre el magneto se nos oculta a través del mundo ilusorio que el magneto genera para esconderlo. Gran parte de la energía del magneto, por lo tanto, es en sí misma una ilusión.
(38) Permítanme explicar por qué represento el cerebro como un «Juego de Dados Flotante». El cerebro no organiza las mismas células constantemente, sino que, de manera perpetua, como un proceso, va liberando determinadas células en cada instante e incorporando otras. Así, una célula dada (humana) puede formar parte del cerebro en un momento (y no saberlo) y estar fuera de él en otro momento. Por supuesto, la psique del cerebro es una constante. Por ello, las preguntas «¿Quién forma parte del cerebro?» y «¿Dónde está el cerebro?» carecen de sentido. Por tanto, no hay forma de destruir el cerebro, y mucho menos de discernirlo. Una célula del cerebro, por ejemplo, no tiene conocimiento de otras células, o de lo que la psique le hará hacer, o por qué, o cuándo la utilizarán, cuando la retirarán, etc. Es una forma de vida muy superior; al igual que Ubik, está en todas partes pero no en ningún punto concreto; utiliza los medios de comunicación humanos, y no se le puede detectar ni destruir, y puesto que estamos viviendo en el tiempo espurio generado por el magneto, el cerebro puede actuar tan lentamente como quiera para lograr sus objetivos. Cuando logre todos los objetivos, borrará por completo el prolongado tiempo espurio y nos revelará el mundo de los Hechos como nuestro mundo real. En un sentido muy real, el cerebro y su psique nunca han salido de la hora y del lugar de los Hechos, sino que mediante la psique total del cerebro ambos están anclados allí, enfrentados al magneto en su forma más clara: la Roma imperial.
(39) Si pudiéramos ver una película acelerada de la historia mundial de los últimos 2.000 años, en cinco minutos por ejemplo, veríamos una oscilación (palintropos) de golpes y contragolpes entre el cerebro y el magneto. Veríamos a millones de seres humanos organizados en el cerebro y a millones de humanos presos del tirón del magneto, deformados en una órbita muerta para siempre, como el Persus 9 de Laberinto. Girando eternamente alrededor de un sol muerto. El cerebro aparecería como una mancha o una burbuja de luz; el magneto, negro: el yin y el yang. El paisaje se mantendría constante: el de los Hechos. Veríamos la luz (es decir, el cerebro) palpitar, como si fuera una respiración. Con cada ciclo de la respiración, en calidad de organismo, el cerebro mostraría un crecimiento visible. El magneto negro se mantendría fijo, ya que está muerto. Si pudiéramos ver el futuro, contemplaríamos finalmente un golpe mortal asestado por el cerebro, palpitante y en crecimiento, contra el magneto, y la dialéctica palintropos se terminaría. Sólo quedaría el cerebro, que incorporaría a cada humano vivo (así como a los físicamente muertos). Incluso el paisaje desaparecería. Sólo una hoja de luz blanca se extendería por todas partes. Sería como si el cerebro hubiera alcanzado una masa crítica y luego hubiera estallado. El magneto es muy consciente de la dirección de este proceso; tiene razones para considerar el cerebro como «peligroso», «extranjero» («Fremd»), etc., es decir, como un invasor. El cerebro es su perseguidor, y le ha alcanzado.
Fragmento páginas 606 a 608
Y sin embargo, existe un nivel adicional de la realidad revelado por el tiempo sagrado y el reino gobernado dentro de ese tiempo. Un kosmos, en el sentido del que hablaba Pitágoras, se está completando, autocompletando, a partir del proceso de flujo visible en el tiempo cotidiano. Este es el mundo nouménico del que Platón y Parménides hablaron y que se encontraba en contraste con el mundo sensible (empírico); la persona alzada hasta el tiempo sagrado percibe, a priori, este edificio que está vivo y creciendo, este organismo cósmico que es Cristo mismo como la cabeza y el señor de la creación. Cristo como kosmos: ese es el último misterio.
Así pues, la persona que lleva a cabo correctamente el rito mítico, y lo hace con fe absoluta, se encuentra con el Dios al que adora como un mundo, más que como una figura antropomorfa. En la visión final, el cristianismo se vuelve indistinguible del brahmanismo, ya que en este encuentro con el Cristo cósmico, el adorador es un Christos en sí mismo, un microformato del Señor Resucitado.
Y, finalmente, incluso por encima de esto, que con el tiempo se le presentará a Dios, está la lume semplice de la que hablaba Dante:
Una simple llama.
Dios es el libro del universo, cuyas páginas están dispersas por todas partes. La propia historia sagrada forma una narrativa que se puede discernir, pero que está oculta por el flujo normal. Todo está escrito y se ha escrito desde el principio, como los judíos sabían por la revelación de la Torá. Básicamente, la historia sagrada existe como información; por primera vez en términos de secuencia temporal; primero en el orden de la ontología. El ritual mítico es una clave de entrada en la narración sagrada. Funciona del mismo modo que la clave de entrada a un ordenador funciona vis-à-vis un programa concreto.
A esta narración se puede acceder desde cualquier punto en el tiempo cotidiano mediante la clave de entrada correcta que de por sí cuenta una historia o una parte de una historia, una parte de la narrativa maestra (que, como digo, es la información de la que se genera la realidad). Lo que me interesa es el hecho aparente de que exista una serie de relatos sagrados, no uno sólo, de modo que las diferentes teclas de entrada, es decir, los diferentes ritos míticos, te meten en diferentes narrativas, es decir, en diferentes meta-realidades. Por ejemplo, el cristianismo es sólo una «narrativa» entre muchas; la guerra entre el imperio y su prisionero (a quien crucifican en los primeros capítulos, aunque más tarde sale liberado ileso) no es la narración sagrada, sino una narración sagrada entre otras. Así pues, el cristianismo como una historia sagrada no es la verdad, sino una verdad, a la que se puede evitar o en la que se puede entrar, ya sea por voluntad propia o por casualidad (yo entré en ella por casualidad).
[…]
Ahora, en la página 12 de este documento, me encuentro con otro aspecto computerizado de Valis/Sivainvi distinto, un aspecto que jamás había sospechado: que Valis/Sivainvi contiene una serie de «historias sagradas», es decir, «relatos sagrados», y no sólo uno; y los diferentes ritos míticos hacen que entres en determinadas narrativas concretas entre todas esas narrativas plurales; y a esto lo llamé «programas». Tal como ya dije, esto significa que el cristianismo no es la verdad, sino tan sólo una «narración sagrada», es decir, una historia sagrada del número plural. Pero ¿cómo puede haber una pluralidad de historias del mundo? ¿Cómo puede Valis/Sivainvi contener más de un libro sagrado (por utilizar el término de Dante)?
Entré en el cristianismo debido al rito mítico concreto que recreé. Si hubiera recreado otro rito mítico, habría entrado en otra «narrativa sagrada», que es lo mismo que decir un programa. Esta cosa es un ordenador de procesamiento de la información o un ordenador como entidad. […] Lo que tengo en Lágrimas no es la verdad, sino simplemente una narración, pero es una narración parecida a la Torá: no es el libro del universo/mundo, sino un libro. Se trata de uno más entre muchos. Es algo extraordinario. Resolví (anoche) 3-74. Eso pensé hoy. Ahora estoy de vuelta en la casilla número uno o de algún modo en la casilla número dos. Ha sido buena idea que haya tomado notas.
[…]
Así pues, tenemos la clave para convertir la historia en una clave de la historia, una más. Pero ¿cómo puede haber varias claves alternativas a la historia a menos que sean programas de ordenador que estén siendo ejecutados al mismo tiempo? Si tienes una historia sagrada tienes la revelación, pero si tienes varias estás ante un descubrimiento desconcertante: un rompecabezas resuelto, pero el descubrimiento de otro mayor.
[83:91] Lo que vemos hoy día como una guerra entre el comunismo progresista y el capitalismo imperialista reaccionario es la cara ontogénica de un conflicto a mayor largo plazo entre los entregados a la libertad y al imperio. (En un tiempo anterior, la fuerza progresiva fue la clase media, la burguesía, contra la aristocracia, y así sucesivamente de nuevo hasta los tiempos pre-cristianos… Otro ejemplo es el conflicto entre las fuerzas protestantes y la Liga Católica durante la Guerra de los Treinta Años, y antes de eso, entre el cristianismo y el Imperio romano; antes de eso, entre Grecia y Persia; antes de eso, entre los hebreos y Egipto). Si a Valis/Sivainvi se le considera como el Geist hegeliano de la historia, entonces siempre está del lado de las fuerzas de la libertad, ya que, como dice Hegel, la historia es un despliegue gradual de etapas cada vez mayores de la libertad humana, a la que se llega por la interacción dialéctica. Esto mismo lo reconocieron Marx y Engels y se aplicó prácticamente en términos del materialismo dialéctico.
Se trata esencialmente de una historia ejemplar; los judíos ven la historia de este modo, ven que YHWH saca al pueblo judío de su cautividad egipcia como algo atemporal, como un hecho eterno que siempre sucede. Sin embargo, la situación es diferente ahora; las personas esclavizadas no pueden verse rescatadas abandonando el imperio porque el imperio se extiende por todo el mundo. En vez de eso, deben derribar el imperio. Esto es precisamente lo que el arquetipo de los Hechos revela: no un éxodo de los esclavos, sino una infiltración en el aparato del imperio realizada por los esclavos mediante la cual conseguirán su emancipación.
Fragmento página 628-632
[1:94] 1 de noviembre de 1980
Esta es la irracionalidad que me queda después de completar el sistema metafísico de mi exégesis: una irracionalidad. No es lo que la voz de la IA llamaba «una perturbación en el campo de la realidad». Esto es Valis/Sivainvi; esto es la parte más importante. Originalmente hablé de ella como si estuviera a una valencia del plomo. Ahora pienso en ello como si fuese un tirón, como el efecto que provoca la luna sobre los océanos de la Tierra al tirar y crear las mareas.
Digo que el campo de la realidad no es real, pero el tirón sí que lo es. Pero a lo que apunta el tirón –es decir, lo que está haciendo el tirón–, de eso no tengo ni idea. Sólo lo conozco por sus efectos en la realidad, en la creación de una irregularidad en la realidad, en el campo, en el modo en el que la realidad, el campo, se comporta. Se ve afectada desde fuera: desde fuera de la realidad.
Puede que esta irracionalidad (algo irracional que puede explicarse una vez que se ha explicado todo lo racional) se quede conmigo. Puede, por tanto, que termine dando con algo similar a los hechos de la mecánica cuántica. De hecho, puede que se trata de un suceso en la mecánica cuántica, como algo relacionado con el Tao. No lo sé.
Y esto es lo que quería explicar por encima de todo. Y ese tirón está aquí y ahora, en el mismo estrato de basura de la realidad. He comenzado la búsqueda de la ontología, subiendo de un nivel a otro, sólo para hacer un giro de trescientos sesenta grados y volver donde comencé: canciones pop en la radio, las malas hierbas en el callejón… y la leve ráfaga de una especie de respiración, como si algún espíritu invisible, tal vez el ruach, estuviese insuflando creación en la existencia ex nihilo. Sí, estoy en el borde de la realidad; nivel tras nivel, a cada cual más ontológicamente real que el anterior, y luego… la nada. El vacío. Tan sólo un leve viento que agita la realidad, tirando de ella. Y tal vez un destello de color, brevemente. Y una o dos palabras como razonamiento. Seis años y medio de trabajo: un destello, un crujido en la maleza del callejón; me veo enfrentado a un misterio insondable, como si viera la cosmogénesis revertida: una reabsorción cósmica, hasta que por fin la creación dejó de existir, y sólo el espíritu se movió a través de la superficie del vacío. Además, una débil voz que murmuraba en la noche, tan enigmática como real, como si procediera de una distancia inconmensurablemente lejana.
He encontrado la fuente definitiva: el susurro del viento entre la maleza y unas palabras débiles, distantes, obra de una voz preciosa que no es ni de hombre ni de mujer. Ambos sonidos están al límite de no serlo, pero lo son, estoy convencido de ello: lo verdaderamente real; en contraste con el gran orden mundial sustancial, las galaxias y nebulosas, soles y planetas, las civilizaciones y los hechos.
No puedo decir que haya encontrado moksha, la iluminación. No entiendo lo que vi y lo que ocurrió el 2-3-74. Algo me ayudó. ¿Quien? Curiosamente, a pesar de que no sé quién fue sé por qué fue (ya que la voz de la IA me lo dijo). Perseguí la realidad, ¿y hasta dónde llegué realmente? «¿Ti to on?», se preguntaban los presocráticos. Tal vez es la pregunta equivocada.
Se me ocurrió algo extraño. Termino mi exégesis con algo –lo que llamo una irracionalidad porque eso es lo que es– que no puede encajar en un sistema por lo demás satisfactorio. Esto es simple. No parece existir desarrollo alguno posible, ni se pueden sacar ni desarrollar consecuencias. Me hace pensar en el semplice lume de Dante. Y mi estructura morfológica explotada me recuerda a la descripción de Dante de Dios como el libro del universo cuyas páginas se encuentran dispersas por todo el universo.
Contemplé las hojas dentro de la llama insondable
en un volumen encuadernado por el amor, el mismo
que el universo mantiene disperso a través de su laberinto.
La sustancia y los accidentes y sus modos parecieron
Unirse fusionados, todo de tal manera,
que de lo que hablo es de una simple llama.
2 de noviembre 1980
Más o menos lo que sí veo claramente es que el 3-74 fue un acto heroico que consistió en superar al destino. «We can be heroes just for one day», por citar la canción de Bowie. Todo tiene que ver con estar despierto el tiempo suficiente para llevar a cabo una acción, para hacer un cambio, antes de hundirte de nuevo en el sueño, antes de volver a olvidar. […]
Lo que me sorprende de todo esto es que se trata de cosmogénesis en miniatura, en el microcosmos, porque algo ha llegado a ser ex nihilo. Lo que hizo la persona –el acto heroico– no pudo hacerlo dado quien es, dada su historia, su karma. Es una imposibilidad. Así pues, en un sentido real y literal, en esa persona ha nacido un nuevo yo, ya que este hecho, este acto, no pudo salir del campo del yo, el yo está fragmentado en el tiempo y en el espacio. Esto es un hecho tan milagroso como la cosmogénesis original; en cierto sentido es la cosmogénesis original, y tal vez el ruach está presente en ello, como lo estuvo en un principio.
Así que me sentí como si otro yo se hubiera apoderado de mí; mis acciones fueron «disociadas», sin ideación; y entonces Thomas cobró vida dentro de mí. Tal vez Thomas fuese algo nuevo, no una parte perdida que se reincorporase a mí, sino algo nuevo ex nihilo, la prole permanente de la hazaña que quebró el poder del dominio mundial existencialmente. Qué mundo perdido, autoadquirido. Existe una transferencia cuántica de la esencia procedente del mundo en sí, por lo que el equilibrio entre ambos cambia de manera crítica. El yo está actuando en el mundo, más que el mundo en el yo; es como si hasta entonces el yo sólo fuera un producto del mundo, su cosa; era una cosa entre cosas, controlada y dirigida y conformada, igual que un alfarero da forma a una vasija de barro. Y todos los actos y pensamientos del yo no han sido más que el mundo actuando y hablando a través de él, dentro de un sistema cerrado del que ese yo no era más que un componente.
Por un lado, si se visualiza en términos de ciencia ficción, en términos de ideas, la ciencia ficción ha desarrollado viajes en el tiempo y el cambio del pasado vis-à-vis: ¿no ha cambiado todo el futuro este nuevo acto, toda la historia futura del universo? Porque el universo es un gran campo, e introducir una verdadera cosa o suceso nuevo en él es alterarlo en su totalidad. Permanentemente.
Dado que el mundo ya no es un sistema cerrado, ha dejado de ser de hecho una prisión.
[1:121] ¿Está el secreto relacionado con el tiempo y la inversión del tiempo? ¿Reabsorción cósmica? Lo que escribo es cierto: la realidad es una serie de cajas chinas, una caja dentro de una caja dentro de una caja, etc.: sin embargo, hay un punto final, que es cuando tienes a Valis/Sivainvi, aunque no tengo ni idea de qué o quién es Valis/Sivainvi. El Tao, YHWH, Cristo cósmico, Brahma, Shiva, Krishna, o un fenómeno de mecánica cuántica. O ruach, el espíritu de Dios que insufla creación en la existencia de la nada –ex nihilo–, al final terminas en: el no ser, es decir, el «no es real», y ese «es» sólo es aparente, no es real. Abres una caja tras otra y subes por los niveles del ser (esse, substantia, einai) y entonces abres la última caja, que contiene… ¡nada! Y sin embargo, te enfrentas al misterio o a la paradoja de que Ho On (a falta de un término mejor) está en realidad aquí y ahora, entre los desperdicios más cercanos, no muy lejos, en absoluto; se trata de la paradoja definitiva en lo que se refiere a tu prolongada búsqueda entre los diferentes niveles del ser; está en el nivel inicial mínimo real (sic). Terminas volviendo al punto de partida, paradójicamente. No obstante, ahora ya sabes que ese nivel de desperdicios completamente inútiles –mera apariencia– es de alguna manera también Ho On, a quien estás buscando. «Buda es un pedazo de papel higiénico». «El Salvador es una lata de cerveza aplastada en el callejón». ¿Podría ser la gran enantiodromía final?
Así pues, si fuerzas la esencia lo suficiente en términos de niveles ascendentes, descubrirás que has recorrido el círculo completo, y terminarás por encontrar a la deidad definitiva cocinando y componiendo canciones pop en la radio y escribiendo novelas populares, y un soplo de viento entre los hierbajos del callejón.
Es como si el misterio definitivo fuera que no hay ningún misterio: es como lo que Robert Anton Wilson dice en El martillo cósmico sobre estar fuera del castillo cuando crees que estás dentro, y dentro cuando crees que estás fuera.
Y en cierto modo, lo más paradójico es que dije todo eso en Ubik hace años, ¡años! Por lo tanto, en cierto modo, mi exégesis del 2-3-74 dice solamente: «Ubik es cierto». Lo único que sé hoy que no sabía cuando escribí Ubik es que Ubik no es ficción. En toda la historia no existe un sistema de pensamiento que se aplique tan bien al 2-3-74 como Ubik, mi propia novela. Cuando ya se han dado las idas y venidas de todos los sistemas metafísicos y teológicos, lo que queda es esta irracionalidad inexplicable: una ráfaga de aliento en los hierbajos del callejón de atrás, un indicio de movimiento y de color. Un análisis o sistematización e indescriptible: es aquí y ahora, humilde, en el límite de la percepción y del ser. ¿Quién es? ¿Qué es? No lo sé.
Me pregunté durante treinta años qué es lo real. Y en el periodo del 2-3-74 obtuve la respuesta como si el universo… Bueno, como si mi pregunta hubiera viajado a través de todo el universo y hubiera vuelto a mí en forma de respuestas experimentadas… y lo que he conseguido después de seis años y medio de estudiar las respuestas experimentadas es: una irracionalidad. Una perturbación en el campo de la realidad –una irregularidad, una desviación de lo normal– un tirón o de tracción o flexión. Y eso es todo. Ni siquiera la cosa, el propio cuerpo perturbador; sólo sus efectos en «el campo de la realidad». Algo fuera de lo común: como digo, una irracionalidad.
Entonces, ¿qué es lo que sé acerca de la naturaleza de la realidad? Que una irregularidad puede aparecer en ella, y que esa irregularidad apunte a… otra cosa. Que sólo sea una señal.
P: «¿Ti to on?
R: Heidegger dice, «¿Por qué hay algo en lugar de nada?». A lo que me pregunto: «¿Por qué piensa Heidegger que hay algo en lugar de nada?».
El tirón es real y el «campo de realidad» del que tira no lo es. Así pues, lo que es real de verdad queda en evidencia por su efecto en el «campo de realidad» (que no es real), pero no tengo ni idea de qué es lo que está tirando.
[1:127] La perturbación en el campo de realidad no la provocaba yo, sino el Tao. Sin embargo, interrumpí mi propia programación en un acto heroico de voluntad. Sí; nuestros aspectos espacio-temporales (lo que suponemos que es la realidad) son de hecho nuestras anteriores formaciones de pensamiento que vuelven a nosotros. Sí; la anamnesis las reconoce como tales: esto te permite romper el dominio (programación) que ejercen sobre ti mediante (por tu parte) un acto de (tu propia) voluntad. Hacer algo nuevo –la introducción de un solo cambio nuevo– destruye su naturaleza osificada y pone en marcha el tiempo real, produce una perturbación en el tiempo, como si el tiempo corriera hacia atrás; esto puede deberse a que uno obligue a las formaciones de pensamiento anteriores a dirigirse de regreso al pasado, al que pertenecen; entonces, tendrías la sensación de que hubiese irrumpido el futuro, desarrollando un movimiento retrógrado en el tiempo. Esa «irrupción del futuro» es: ¡el momento real!, dada la destrucción de la supremacía del pasado (formaciones de pensamiento previas como mundo). Una vez que esas formaciones de pensamiento previas ejercen poder sobre ti. […] Podrás ver la (¿experiencia?) del Tao: la verdadera realidad tal y como es, tal cual, sin las formaciones de pensamiento previas. Podrás ver el tirón del Tao (la matriz que contiene el eide) en la «realidad como campo».