Adiós Paul Auster, el escritor de las ultimas coincidencias

.

Con su prosa cercana, y un talento conocido por lectores que lo adoraban, el bestseller oriundo de New Jersey, aunque vecino de Brooklyn, Paul Auster, antes de ser aclamado con el Nobel de Literatura, fue alcanzado por la muerte, a los 77 años, sin poder vencer al cáncer de pulmón que lo aquejaba.


Por: Hugo Canal Bialy
Última vez editado: Tiempo de lectura:

Su legado consta de 34 libros (18 novelas), textos autobiográficos, obras de teatro, guiones, colecciones de relatos, ensayos y poemas.

Su fama se cimento en los ’80 y se terminó de consolidar en los ’90, a partir de su obra más icónica: “La trilogía de Nueva York”, compiladas las tres novelas en un solo volumen en 1987, integrada por: “Ciudad de cristal” (1985), “Fantasmas” (1986) y “La habitación cerrada” (1986). El azar y una particular forma de dosificar el suspenso le otorgan interés y un estilo que mezcla ficción y ensayo, que marcarían la forma de narrar del escritor. En la primera: “Ciudad de cristal”, una llamada telefónica será el detonante para que un escritor de novelas policíacas, se convierta en protagonista de una investigación real, interactuando como un detective por la ciudad de los rascacielos, mientras se cuestiona quien es en realidad. En “Fantasmas”, se conforma un laberinto de pistas, que Azul, el investigador deberá desentrañar. Y en “La habitación cerrada”, el agente deberá buscar a un amigo de la infancia desaparecido que ha dejado una maleta repleta de manuscritos inéditos, que deseaba que sean publicados. Tres caras de una misma historia con la que Paul Auster reinventa el género policial.

En sus obras, los acontecimientos se precipitan tras una serie de coincidencias, o hilando sucesos insignificantes, en los que el azar interviene, condicionando la búsqueda.

En uno de sus libros más autobiográficos, la escritura surgió a partir de la muerte de su padre (tema recurrente en el cine también, recordemos “Amadeus” de Milos Forman, en el surgimiento de un joven Mozart y las composiciones de un niño prodigio intentando deslumbrar a su progenitor), “La invención de la soledad” (1982). Está integrado por dos textos: “Retrato de un hombre invisible”, con un hecho misterioso del pasado familiar y las consecuencias que le significaron al carácter de su papa y el “Libro de la memoria”, en el que un bello texto contiene la clave de toda la obra austeriana: la influencia del destino en nuestras decisiones y el poder de las casualidades.

 

Buenos Aires se ve tan susceptible

Jorge Carrión expresa en parte la conexión y admiración mutua de Auster por Argentina y de los argentinos por su abundante y entrañable colección literaria: “Los paralelismos entre Julio Cortázar y Paul Auster son múltiples. Ambos provienen del sentimiento de ser poetas de la lectura de literatura francesa, que desde Baudelaire hizo de la ciudad su gran tema y que en el surrealismo encontró una forma original de concebir el azar, el amor y la amistad. Tanto “Rayuela” (1963) como “El palacio de la luna” (1989) son reescrituras muy libres, posmodernas de “Nadja”, de André Breton. Por supuesto importan más las diferencias que las similitudes. Cortázar fue un gran cuentista fantástico en la tradición rioplatense y Auster un novelista norteamericano, con el oficio de sus contemporáneos, siendo el más europeo de los americanos. Pero es interesante como ambos encontraron las mismas fuentes para llegar a lugares distintos.”

Siendo un autor extranjero con devoción del publico porteño, Auster visitó la Argentina en tres ocasiones, siendo orador en La Feria del Libro y con actividades en el Malba. En su primera visita en 2002, el país aún devastado por el estallido social y la debacle económica de diciembre de 2001, tuve la oportunidad de escucharlo en vivo y comprobar el juego de espejos y laberintos que propone en sus historias, incluso la musicalidad de la estructura rítmica de sus escritos. Por aquellas visitas Auster divisó a un grupo de cartoneros con sus carros tirados por caballos, le parecieron un ejército, y era imposible no identificar aquel paisaje urbano, con su novela: “El país de las ultimas cosas” (1987), de aquel encuentro surgió la idea para filmar la película, y el director argentino, Alejandro Chomsky, tardo 20 años en gestar el proyecto, y la distopía que propone la novela tuvo finalmente su estreno fílmico en 2022. En 2013, la escritora Gabriela Izcovich, estrenaba en Baires: “La música del azar” (1990), un relato sobre un hombre que recorre Estados Unidos en su Saab rojo, un viajero con destino incierto, hasta que un día se cruza con un jugador de cartas.  La esposa de Auster, los puso en contacto a su marido con la realizadora, quienes mantuvieron una fluida correspondencia antes del estreno.

Volvió a la Feria del Libro de Buenos Aires, en 2014 y 2018, siendo recordada en 2014 su charla junto a Coetzee, el nobel sudafricano. Teresa Costantini filmó un documental homónimo a la correspondencia entre los dos autores: “Aquí y ahora”, Auster y Coetzee: intercambio epistolar.

En su última visita a Baires, nos dejó reflexiones que hoy resuenan con mayor profundidad: “Creo que lo que más me interesa no es la metafísica del azar, sino como funciona en el mundo real. Es muy significativo que lo inesperado suceda con tanta regularidad en nuestras vidas, es lo que llamo ‘la mecánica de la realidad’. A veces lo fortuito es lo mejor que puede sucederte y a veces lo mejor y más trágico. El 10 de septiembre de 2001, nadie en Nueva York se fue a la cama pensando que la ciudad iba a ser atacada con aviones al día siguiente.”

“Al cumplir 66, me pareció extraño, casi antinatural, llegar a ser más viejo que mi padre. Durante varios meses pensé que tal vez me iba a pasar lo mismo que a él e iba a morirme también, de un momento a otro. Empecé el libro un mes después de mi cumpleaños, y como sabía que iba a ser un volumen largo pensé que no me convenía morirme en la página 500”, remarcó el autor. El texto en cuestión, fue el anteúltimo de su carrera: “4 3 2 1” (2017), crea cuatro historias o cuatro escenarios para Archie Ferguson, que podían ser cuatro novelas separadas y distintas, aunque no narra cada una de ellas por separado, sino que las va entremezclando en torno a la edad del personaje. Los sucesos detallados transcurren entre Nueva Jersey, Nueva York, Londres y Paris, durante las décadas de 1950 y 1960, con eventos históricos como la Guerra de Vietnam, los derechos civiles y la elección y asesinato de Kennedy.

En “El libro de las ilusiones” (2002), el actor de cine mudo, Héctor Mann, descendiente de gauchos judíos, desaparecido décadas atrás, se cruza con la vida de un profesor que perdió en un accidente a su esposa e hijo, cruzando las fronteras entre ficción y realidad, interviniendo la filmografía del actor, con una clara referencia a la Argentina, devolviéndonos a través de sus páginas, un sentimiento de pertenencia con sus lectores argentinos que tanta admiración le profesaron.

 

Humo, cigarros, buenos diálogos y un par de películas

Desde joven Auster fue un apasionado por el cine, y se dio el gusto de escribir cuatro guiones y dirigir dos películas: “Smoke” (1995) dirigida por Wayne Wang que, a pesar de ser una modesta producción independiente, alcanzo enorme resonancia, alcanzando el Premio Especial del Jurado en el Festival de Berlín, de 1995 y cuyo guion fue premiado con el Independent Spirit Award. Y codirigió con el mismo director: “Blue in the face” (1995), ambas protagonizadas por Harvey Keitel, con excelentes bandas sonoras, y personajes que se debaten entre una gran crisis existencial y entre cigarros se ayudan para sobrellevar sus vidas. Madonna y Lou Reed intervienen actuando en esta segunda película, que en Argentina las titularon como: “Cigarros” y “Humos del vecino” y fueron publicados sus guiones en formato de libro.

Ante la buena recepción de sus intervenciones cinéfilas, escribió y dirigió en solitario dos películas más: “Lulu on the bridge” (1998), de nuevo con Harvey Keitel y Mira Sorvino y “La vida interior de Martin Frost” (2007), dirigiendo a su hija: Sophie Auster, presentándola en el Festival de San Sebastián en 2007, donde le toco presidir el jurado y cerrando un circulo cinéfilo, como en sus narraciones, le toco premiar a su amigo: Wayne Wang, con quien había dirigido sus primeros films, por “Mil años de oración”.

Premios para un escritor instrospectivo

Ha recibido numerosos galardones, entre los que se destacan: el Premio Médicis por su novela “Leviatán” (1992), el Premio al Mejor Libro del Año del Gremio de Libreros de Madrid por: “El libro de las ilusiones” (2002), el premio Qué Leer por “La noche del oráculo” (2003) y el Premio Leteo, fue finalista del International IMPAC Dublín Literary Award por “El libro de las ilusiones” y del PEN/Faulkner Award por “La música del azar” (1990). Es miembro de la American Academy of Arts and Letters y Comandante de la Orden de las Artes y las Letras de Francia.

En 2006, fue distinguido con el galardón más valioso de su carrera: El Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

Un hombre sencillo y culto a la vez, que supo ganar lectores, con buena literatura y un estilo contenido con tono de ficción, entre tintes de ensayo y una obra traducida a más de 40 idiomas.

Sus pensamientos siguen flotando, como un epitafio: “Siempre intento incorporar experiencias en mis libros, no porque sean mágicas o místicas, sino porque así siento que es cómo funciona el mundo.  Como cada vez me queda menos tiempo, soy más feliz de lo que he sido nunca”

 

HUGO CANAL BIALY


X